Ecos de la Megared
La urbe sin nombre se alzaba sobre un océano de antenas y pantallas. El aire estaba cargado de estática, y los pasos de la gente se confundían con el zumbido eterno de la Megared. En cada esquina, drones vigilaban los latidos de los ciudadanos, mientras los gobiernos desaparecían tras la niebla de datos. Nadie recordaba cómo era vivir sin una pulsera biométrica ni cómo sonaba el silencio. Todos esperaban, con una mezcla de temor y esperanza, el siguiente anuncio de la Inteligencia Central.
1 comentario